No eres consciente hasta que te vas.
Pero no un fin de semana, no.
Tienes que irte una temporadita. Pon tú el plazo.
Y cuando vuelves a la gran ciudad empiezas a reparar en los detalles. La gente está enfadada, como agresiva, intimidante sin motivo aparente.
Caminan rápido y conducen con el cuchillo en la boca. Imponiendo los parachoques de sus vehículos para que te pares y les dejes pasar aunque la prioridad sea tuya.
Y cuando vas sobrao, nada de eso importa. Sobrao de lo más valioso, del tesoro irremplazable, de la gema única que se nos da un día a una hora a todos. Tiempo de vida.
Las ciudades convierten a las personas en hormigas veloces y eso acelera sus vidas, hasta que un día se termina el crédito de latidos y kaput.
Vamos a hablar de eso. De aprovechar los momentos. Del sol, el aire puro, el aire libre, el aire perfumado de la primavera, de ver pasar las estaciones, de parar y de pensar.
Millones de personas aceleradas se van a ralentizar y a empezar a disfrutar de sus vidas, de cada segundo, de cada amanecer.
Para, observa, decide y actúa.
Deja atrás la ciudad con su caos y su velocidad. Vete al mar o a la montaña, camina descalzo, quítate la ropa y alimenta tu piel con el sol. Un sitio como Estepona.
No es difícil:
- Digitaliza lo que haces. O;
- Déjaselo a tus sucesores. O,
- Véndelo.
- Piensa en tu sueño, apunta tu máquina de tomar decisiones y empieza a caminar.
- No pares, no des la vuelta.
No hay nada que perder, y mucho que ganar.
Todo lo que necesitas saber está a tu alcance y no cuesta nada. Sólo un poco de tu tiempo.
Ya pasó la etapa de la gran ciudad, puedes trabajar mejor a distancia o hacer otra cosa. Parece increíble pero te muchas oportunidades están esperando a que decidas aprovecharlas.
A varios amigos se les acabo la partida de forma prematura este año. Fue el precio de no frenar a tiempo. Vidas de éxito que se quedaron sin la parte final, la mejor. La parte reservada para disfrutar de la cosecha.